Sin previo aviso, Nicky y Bob (ambos de 25 años, naturales de Manchester, Inglaterra) caen como un peso muerto sobre la explanada que se extiende frente al escenario principal del Festival Internacional de Benicàssim. Allí, aplastados contra el suelo, relajan las pulsaciones mientras en el estrado el pecoso Ed Sheeman llena el aire de ritmos tranquilos y seguridad ayudado por una guitarra de colegial decorada con pegatinas.
Entre las piernas del público que ovaciona al artista se esparcen otros cuerpos inmóviles con la cara quemada por el sol. Alguien pisa sin querer una mano furtiva y se escucha un gruñido. Es domingo por la noche y se han cumplido cuatro jornadas de música, insolaciones, celebración, alguna resaca y escasez de horas de sueño. Aún así, Marta, castellonense, afirma que este año ha habido "menos follón". "Ha venido menos gente", explica.
Patricia, Mari Carmen e Ingrid, también de Castellón, acusan la falta de españoles. Achacan esta a la crisis y a que el programa "está dirigido a los ingleses", por lo que no conocen muchos de los grupos que han tocado.
Pero en esta edición, ellas son minoría. Y los británicos que dominan las estadísticas del FIB otorgan a este un notable alto. El sol es uno de los grandes atractivos del viaje, señalan, y no ven ninguna pega en el cartel, del que muchos destacan la actuación de Stone Roses. Coinciden, eso sí en que hoy en día el festival de Benicàssim es "más anglosajón que español": "Es un festival británico, pero en España", resume Phil, de Liverpool, a quien le ha encantado la experiencia y la organización. Junto a él, Tariq, 27 años, asiente. Y también Dan. This is England.
La terapia de Guetta
Sin embargo, algunos como el londinense Jay, de 21 años, han echado de menos algo más de movimiento en los conciertos. Bob Dylan, por ejemplo, le decepcionó, confiesa mientras su amigo Adam pone los ojos en blanco al escuchar cómo su colega atenta contra una leyenda del rock.
Lo mejor del FIB, según los fibers, fueron Stones Roses El aterrizaje de la nave espacial de David Guetta en el escenario principal traiciona, no obstante, a los supuestos amantes del rock de autor y el pop independiente. Adam y todo el público se ponen en pie como un resorte y agitan las manos. Suenan hits infalibles, del Dj y de otros artistas con los que el francés ha trabajado (Black Eyed Peas, Calvin Harris), acompañados por potentes arreglos galácticos.
Guetta toquetea ocasionalmente los botones de la mesa de mezclas, pero sobre todo aplaude y eleva los brazos intermitentemente sin importarle que alguien sospeche que el sonido puede ser enlatado.
Lo suyo "no es solo técnica y talento. Lo suyo es psicología en pista", defienden algunos de sus coetáneos, que describen dicha habilidad como la responsable de que la fiesta no decaiga. El secreto es observar las reacciones del público y ajustar el repertorio para conseguir que no dejen de agitarse. Si Guetta es un psicólogo del baile, lo del domingo, a juzgar por los aullidos del público, fue una gran terapia. Y, finalmente, la confirmación de que el FIB habla un nuevo lenguaje.
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